Como cualquier carnaval la fiesta termina con la quema de un elemento simbólico, siendo en el caso del carnaval romano la quema de la sardina.
Este
acto en los años 80 contaba con un gran número de adeptos, si bien su
participación cada vez ha ido decayendo progresivamente hasta llegar a
un número bastante reducido de dolientes y seguidores del broche final.
Si
a esto le añadimos que al no ser el martes día festivo local la
participación ciudadana se hace aún más complicada.
Posiblemente
también esta baja participación obedece fundamentalmente a que la mayoría de
los miembros de las comparsas y chirigotas al ser el final de la fiesta
no acuden pues necesitan descansar, aunque tampoco esto parece que sea una excusa, pues los grupos de pasacalles si que suelen tener una participación muy activa en el entierro.
En su momento cuando el carnaval era organizado por la Asociación del Carnaval Romano, desde ese colectivo se realizaron múltiples intentos para potenciar al máximo este acto, dándole un
carácter gastronómico, para lo cual se hacían diversas paradas donde se
degusta bien unas migas, unas sardinas, dulces con licores.
A pesar de todo cada año el entierro de la sardina sigue
contando con la participación de personas que no fallan nunca a esta
cita, y que no quiero nombrar a ninguno por si se me olvida alguno/a.
Actualmente el velatorio de la sardina se hace en la plaza a mediodía del martes, acompañada de una sardinada popular; dando paso a su incineración a primera hora de la tarde en el río guadiana, junto al descendedero del puente romano.
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