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sábado, 5 de diciembre de 2009

El carnaval antes del siglo XX


Poco he podido averiguar acerca de cómo eran los carnavales en la ciudad en esa época. D. José Álvarez de Buruaga en su libro materiales para la Historia de Mérida (de 1637 a 1936), publicación que debería ser de cabecera para todo aquel que tenga interés en conocer la intrahistoria emeritense, únicamente hace referencia que en el siglo XVII en Mérida las máscaras gustaban, siendo muy populares. Se hacían cabalgatas nocturnas, con hachones, rivalizando los señores principales de la ciudad en lujo de trajes y arneses de los caballos. Estas características propias del carnaval no obstante nuestro historiador las sitúa en torno a la fiesta de Santa Eulalia.


Esta coincidencia las precisa otro gran historiador de la ciudad, D. José Luis de la Barrera Antón, en su libro “Estampas de la Mérida de ayer” otra magnifica publicación acerca de la historia emeritense.



Este autor aclara que mascaras y mascaradas a pesar de tener la misma raiz, no por ello quiere decir que sean lo mismo. Es más, aunque ambas tengan el mismo componente festivo, son en realidad cosas totalmente diferentes.



Así las mascaradas se podían dar en festividades religiosas, como el día de la patrona el 10 de diciembre como así lo refleja Josë Alvarez de Buruaga. Por mascaradas se entendía en la época barroca por los “regocijos”, “saraos” o “festines” en los que participaban únicamente los nobles, para distracción del pueblo, con motivo de acontecimientos señalados, como bodas, alumbramientos reales o para festejar victorias militares. Se desarrollaban en la Plaza, engalanada para el evento, y en la que se incluían fuegos de artificio, luminarias, salvas de arcabucería y mosquetería, danzas y toros encohetados. Los caballeros y señores se vestían con sus mejores galas y cabalgaduras con el propósito de deslumbrar la pueblo llano. En las mascaradas participaba desde el Gobernador y el alcalde mayor con los regidores, hasta los hijosdalgos, acompañados de un séquito guarnecido de librea damasquinada y pasamanería fina de oro y plata.


Estaba claro que estas fiestas tenían la intención de demostrar quien detentaba el poder, y precisamente como contrapunto a ello debemos situar a los carnavales, que cerraban el ciclo precuaresmal abierto en navidad. Era el momento en que el pueblo llano daba rienda suelta a sus instintos más primarios con bailes desenfrenados y canciones satíricas e irreverentes. Las mascaras, en muchos casos de animales, siguiendo la tradición de los primeros siglos del cristianismo, proporcionaba el anonimato para que represión alguna supusiera cortapisa al desenfreno.


El carnaval se celebraba en la Plaza y según las Ordenanzas del siglo XVII nada se indica acerca de cómo debía reglamentarse la fiesta, por lo que se entiende que la misma, con sus excesos, se desarrollaba con total libertad.


No obstante ya en el siglo XIX empieza a reglamentarse la fiesta, pues a partir de 1871 los carnavales pasan a celebrarse en locales improvisados como lugares de bailes.


En una de las actas de diciembre de 1871 del Archivo Histórico se cita textualmente: “La comisión nombrada en acta dos del que rige para informar en vista de la solicitud que presenta la Sociedad Filarmónica, lo ha verificado manifestando que no hay inconveniente en que se la conceda el Salón del Pósito donde se halla establecida la escuela de Adultos para dar bailes durante los Carnabales, siempre que para este acto se recojan en la plataforma el moviliario y utensilios con que está dotada, volviendo a colocar al día siguiente del mismo modo que están hoy y siendo de su cuenta reparar cualquier desperfecto”


O bien en esta otra: “El señor Presidente Interino dijo que siendo mucha la gente que en los días anteriores han concurrido al local del Baile destinado al efecto en un habitación del edificio llamado de Jesús, mientras dure la temporada de carnaval, habían pedido a su autoridad unos cuantos aficionados, el del Pósito, con objeto de tener más amplitud para las funciones y porque divididas éstas en dos puntos será más cómodo y conveniente a los que quieren disfrutar de referida diversión como a los alcaldes para vigilar por que no se comentan desórdenes…”


En la primera de las actas se refiere al edificio del Pósito, lugar que hoy ya no existe que estaba dedicado a almacenar el trigo, y que se situaba en la Calle Félix Valverde Lillo a vuelta con la Calle Trajano, mientras que en la segunda se hace referencia al antiguo Convento de Jesús Nazareno, hoy Parador de Turismo.

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